Muerte de Santo Domingo de Guzmán |
Cuando en el tribunal preguntaron a
Santo Tomás Moro si sabía cuál la pena que le cabía por no haber aprobado las
intenciones del Rey, él respondió: La muerte, ella viene para todos. "Por
la actitud del hombre antes de la muerte, se conocen los valores supremos según
los cuales él modeló su vida".[1]
Santo Tomás Moro |
Cuenta San Alfonso de Ligorio que
"el Papa Honorio, cuando estaba para morir, deseaba haber estado en el
monasterio lavando platos y no haber sido Papa. A la hora de la muerte, Felipe
II, Rey de España, deseaba haber sido laico en algún convento, y no
Rey".[3]En este valle de lágrimas solo hay una
cosa segura: la muerte. Es lo que la Iglesia nos recuerda el Miércoles de
Ceniza: "Recuerda, oh hombre, que eres polvo, y al polvo has de
volver". Con frecuencia, "la consideración del arduo paso de esta
vida hacia la eternidad muchas veces nos inquieta. Entretanto, tal pensamiento
es altamente benéfico para compenetrarnos de la necesidad de evitar el pecado
que, sin el arrepentimiento y el inmerecido perdón, podrá cerrarnos, para
siempre, las puertas del Cielo: ‘Recuerda tu fin y jamás pecarás' (Eclo
7,40)".[2]
Dice San Gregorio que Dios, para
nuestro bien, nosoculta la hora de la muerte, para que estemos siempre listos
para morir. Cómo será fácil en el último momento reconocer que la belleza es
pasajera y las glorias del mundo, vanidades. Las amistades ya no podrán nada
por nosotros, a no ser implorar misericordia al Juez. Entonces, una sola cosa
nos va interesar: el encuentro con Dios.