miércoles, 6 de agosto de 2014

Prudencia: ¿arte de retroceder o avanzar?

LA PRUDENCIA: es una virtud que nos hace discernir qué nosotros debemos hacer y qué nosotros debemos evitar para ir a Dios y buscar su gloria. A través de ésta virtud nosotros distinguimos lo verdadero de lo falso, el bien del mal, lo mejor de lo peor. Ella debe tener el timón de nuestras vidas, pues ella debe dirigir nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras palabras y nuestras acciones, según el fin, el orden y la medida que les conviene.
Todas las virtudes tienen su importancia, pero hay especialmente una sin la cual, no alcanzaremos las otras: se trata justamente de la virtud cardinal de la prudencia. Como nos explica Santo Tomás de Aquino, ella es el "auriga virtutum"[1], la guía de las demás virtudes, pues es la que se encarga de decirnos a cada momento y en cada caso particular, lo que debemos hacer, o lo que debemos omitir para alcanzar la vida eterna, como también fue dicho arriba. La importancia de esta virtud nos es manifestada en varios pasajes de las Sagradas Escrituras. El propio Nuestro Señor nos advirtió para que seamos "prudentes como las serpientes e inocentes como las palomas" (Mt. 10, 16).
A lo largo de su vida, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira repitió reiteradamente un pensamiento que siempre fue una constante en su espíritu: dice él que las virtudes son hermanas indisociables, que no se puede vivir acariciando a unas y abofeteando otras. Por causa de esta interrelación de las virtudes entre sí, sobre todo en el caso de la prudencia, insistimos en el hecho que: quien posee esta virtud, ciertamente tendrá los medios para practicar también otras; y quien no la posee, cierto es que tampoco poseerá las otras. Así constatamos una de las importancias de esta bella virtud. Veamos la opinión de Aristóteles respecto a la imbricación de la prudencia con las demás virtudes: "Es ya el pensamiento de Aristóteles, quien precisaba, con su técnica filosófica la más elaborada: ellas (las virtudes) son solidarias en la prudencia, pues ninguna virtud está completa si ella no se junta a la prudencia, y ésta no es verdaderamente ellas misma si ella no se acompaña de todas las otras virtudes". [2]
Por ejemplo, un mártir que esté dispuesto a perder su vida haciendo profesión exterior de fe, y que es muerto por odio a la fe, hace, en suma, un bellísimo acto de prudencia. [3]

Con efecto, ¿qué actitud tomó el mártir? Enfrentó todos los riesgos para no perder su fe y así no ofender a Dios; discernió lo que él debía evitar: renegar la fe. De hecho, ¿cuánta gloria no da a Dios un alma que a Él se ofrece como ofrenda, venciendo su instinto de conservación y de sociabilidad para no ofenderlo? En este conjunto de actos del mártir engloba varias virtudes tales como la fortaleza, la constancia, etc... Y todas ellas son unidas en la prudencia que rigió el proceder del mártir, haciéndolo discernir lo que en la ocasión debería ser hecho, para alcanzar la gloria de Dios.