martes, 8 de abril de 2014

Sabiduría: la reina de las virtudes.


Por Plinio Corrêa de Oliveira

Una de las características de la Santa Madre Iglesia es inspirar la sabiduría, virtud que abarca todas las demás. Entonces nos podemos preguntar: ¿Cuáles son los puntos que definen esta virtud?

Sabiduría, verdad y bondad

En cuanto a la verdad, la sabiduría es la virtud que guía al hombre hacia la búsqueda de la verdad más alta. En cuanto a la bondad, hace que el hombre ame el más espléndido bien.

Además, la sabiduría prepara al hombre para buscar la edificación completa de la verdad y la bondad, y para descubrir las similitudes y diferencias entre ellas. Una vez entendidas esas diferencias y armonías, él puede obtener una imagen completa de todo lo que abarca la verdad y la bondad.

Este conjunto sabio es una visión arquitectónica, que asimila toda la otra verdad y bondad individual, de la misma manera que la arquitectura de una catedral engloba todos los elementos bajo su techo: los altares, las estatuas, los vitrales, los cálices, etc. Así la sabiduría abarca todas las otras verdades y virtudes.

 La sabiduría y las virtudes teológicas

La sabiduría prepara al hombre para corresponder de lleno a la fe. Cuando un hombre posee sabiduría, quiere conocer la fe por entero, desde sus aspectos más altos y misteriosos , hasta los más simples.

En cuanto a la esperanza, la sabiduría alienta al hombre a buscar el mayor bien para sí mismo ,y para los demás las diversas formas de santidad que hay en la Iglesia. El hombre incluso puede imaginar formas de santidad que podrían haber existido si esta persona, familia, orden religiosa o nación hubiesen correspondido a la gracia en tal o cual situación histórica. Desear toda forma posible de gloria a Dios es el normal objeto de deseo de la persona que posee esta forma de sabiduría Es innecesario decir, que el tipo particular de santidad que el hombre fue llamado a alcanzar es el objeto de su sabio deseo.

En cuanto a la caridad, la sabiduría empuja al hombre a la más celosa y extrema dedicación, que tiende hacia un holocausto voluntario, desinteresado de sí mismo. Esta lo mueve a la lucha más ardiente por el bien, a la plena convicción de que las verdades de la fe católica y las normas de la moral católica deben ser puestas en práctica.

Por lo tanto, podemos decir que la sabiduría habita en las virtudes de la fe, esperanza y caridad, armonizándolas y llevándolas a su cúspide.

La influencia de la sabiduría en el temperamento

En relación con el temperamento, la sabiduría da templanza. Representa la tendencia de la persona de tener completamente equilibrados la mente y el espíritu. La sabiduría tiene una enorme facilidad para adaptar el temperamento de un hombre para llevar a cabo lo que la inteligencia le dice a la voluntad de lograr. El sabio no tiene ninguna inclinación a llegar a ser molesto, amargo o perezoso.

En este estado de ánimo tranquilo, la sabiduría inspira al extremo de combatividad o de ternura, dependiendo de las circunstancias. Esta mueve a una persona hacia la contemplación más elevada o la acción más emprendedora. Inspirado en la sabiduría, el temperamento humano está preparado y dispuesto a asumir cualquiera de estas dos actitudes aparentemente contradictorias. Ciertamente, la sabiduría humana se ve obstaculizada por las lagunas del pecado original; no obstante, termina formando un temperamento dispuesto a emprender cualquier cosa conforme a su consejo.

Sabiduría significa una voluntad y temperamento que es flexible, fuerte y fácilmente movido a los extremos más alejados. Teniendo esta virtud, un hombre puede practicar virtudes que parecen diametralmente opuestas, ya que, en realidad, no son contradictorias, sino armónicamente opuestas.
Nuestra Señora Sede de la Sabiduría
Los contrarios armónicos en la Iglesia

La Iglesia es un ejemplo sin par de los contrarios armónicos. Ella nutre guerreros, pero también las Hermanas de la Caridad que atienden a los enfermos y heridos - ya sean católicos o enemigos. El extremo de la belicosidad y la extrema bondad nacen desde el mismo seno de la Iglesia.

Ella levanta ermitaños a vivir en un absoluto silencio, meditando constantemente en las verdades de Dios, pero también eleva los laicos en el mundo para hacer una lucha incesante para cambiar y formar la sociedad temporal de acuerdo con sus principios.

Ella inspira todo el esplendor y el lujo del Vaticano, pero, al mismo tiempo que despierta órdenes religiosas como los capuchinos, que viven en la extrema pobreza, pidiendo todo lo que necesitan.

Señalemos que en estas oposiciones no hay contradicción. Por el contrario, hay armonía. Es característico del espíritu de la Iglesia elevarse en magníficos vuelos hacia todos estos extremos. Uno podría decir que el extremismo multiforme de la Iglesia da a luz a la visión de su santidad completa y perfecta.

Dos notas, por lo tanto, están presentes en esta visión sabia. Por un lado el espíritu de la Iglesia inspira multitud de virtudes y acciones completamente opuestas, y por otro lado, su espíritu es vasto, rico, sin unilateralismo, obsesión o apego.

Ella exige de cada uno de sus hijos que reconocen estas virtudes aparentemente opuestas y se dan cuenta de que él no es más que un solo rayo del sol. El sol en su totalidad brilla mucho más reluciente que cualquiera de sus rayos. Este es el espíritu de la Iglesia. Existe en la totalidad de sus muchos aspectos diferentes.

Como consecuencia, el espíritu católico aparece tanto muy rígido como muy matizado. Es rígido, ya que tiende hacia el extremo, y es matizado en lo que se expresa por una inmensa gama de rayos que disparan en todas direcciones. Al mismo tiempo, esta rigidez y flexibilidad - guiadas por la sabiduría católica - son armónicas.

El espíritu católico, por lo tanto, gusta tanto de la unidad, como de la variedad. Le encanta lo categórico, la intransigencia y las afirmaciones extremas de la verdad y la bondad. Pero también ama los matices que hacen esas afirmaciones comprensibles y equilibradas.

Así, el espíritu católico es capaz de se ajustar y adaptar a las circunstancias, aunque sea de hierro revestido en sus principios. Rechaza categóricamente cualquier tipo de mal. Acepta el bien en todas sus formas; rechaza el mal en cualquiera de sus expresiones. Con respecto al mal, se niega a todo compromiso. Por lo tanto, tiene una inflexibilidad de hierro y simultáneamente, una capacidad de adaptación ágil.

Estas son las características del espíritu católico cuando está impregnado de la virtud de la sabiduría.

Esta conferencia pronunciada en 1965.


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